Solo yo parezco ser culpable de tu estado de ánimo, responsable de tus fracasos, pocas veces de tus éxitos, solo yo estoy ahí cuando necesitas un hombro sobre el que llorar o aislarte del mundo cuando lo anhelas. Me buscas cuando las preocupaciones te asfixian, invaden tus sueños convirtiéndolos en pesadillas pero sobre todo, cuando estas pesadillas parecen cobrar vida. Sabes que estoy ahí, cuando quieras y donde quieras sin pedir explicaciones, dejando, sin dudar ni siquiera un segundo, cualquier asunto en el que esté ocupada, corriendo a tu lado sin esperar nada a cambio pues mi mayor premio, mi mayor alegría es que puedas volver a sonreir y que se desvanezca tu angustia lo antes posible. Pero soy yo a quien apartas de tu lado cuando tus problemas se han resuelto, soy yo la que te agobia cuando te busca necesitando tu ayuda, un gesto de comprensión o una palabra tranquilizadora. Tú me has demostrado que no todos somos iguales, que no todos podemos permitirnos el lujo de tener un mal día o perder los nervios de vez en cuando. Tu indiferencia me ha hecho ver que estoy sola cuando eso ocurre, que no merezco absolutamente nada al permitirme un lujo que no me correspondía, y tu frialdad ha hecho que me viera como la más horrible de las criaturas...cruel y egoísta, una carga de la que hay que deshacerse, a veces con excusas, a veces con mentiras, en el menor tiempo posible. Y es, precisamente, la indignación y la rabia que invaden todo mi ser viendo que me tratas como un ser despreciable, las que seguramente provocan que te apartes de mi lado.
Perdonáme por permitirme unos lujos que no me correspondían