
Los últimos días había estado enfadada, furiosa con el mundo, con él (al que le gustaría odiar per no podía), pero sobretodo con ella misma, ella era su mayor enemigo, ella la persona a la que más detestaba, a la que menos soportoba. Hacía tres turnos distintos diarios, además de cursos y conferencias...ocuapada, sin tiempo para sentarse dos minutos, sin tiempo para respirar...pero aún con suficiente tiempo como para pensar en él. Se sentía idiota, inicialment la idea de aquel estúpido pacto había sido suya, un pacto que ahora en las manos de él se veía obligada a cumplir.
Quería que aquella noche él estuviera junto a ella, que su caballero andante acudiera en su busca, a su rescate y que la llevara lejos, donde pudiera hacer realidad sus sueños como había hecho otras veces y donde quedarse siempre sin ninguna necesidad de volver.
Las lagrimas habían vuelto a sus ojos para recibir junto a ella cada nuevo pero triste día, para hacerle compañía cada vez que tuviera un momento de soledad y quedarse junto a ella cada noche mientras conciliaba el sueño, un sueño que la llevaba a un mundo del que nunca deseaba volver, pero del que se veía obligada a salir.
Estaba tan cansada...aquellos días habían sido agotadores, plagados de trabajo y no demasiadas buenas noticias, en las que en todos lo casos la paciencia y la espera eran las únicas soluciones posibles, ¿esperar?¿era esa la solución correcta? No lo sabía, todo ibas más despacio de lo que le hubiera gustado y nunca había sabido sobrellevar una espera cuyo final era incierto, pero no había otra salida...